sábado, 29 de junio de 2013

Parábola euleriana.

-Pingüinito estás pálido ¿qué te pasa?
-Aquí... un poco liado con los descubrimientos.
-¿Todavía queda algún témpano, iceberg o simple montículo sin descubrir?
-No lo sé. El hielo es aburrido, no por ahí recorriéndolo.
-¿De qué descubrimientos hablas entonces?
-Aquí... mis cosas... miraba la fórmula de Euler (1).
-¿Una que es muy corta y muy simple...?
-La misma. Fíjate de qué modo esta panda de marginales, inadaptados, irracionales, descerebrados consigue organizarse para sacar algo en claro.
-¿Por qué les llamas panda de marginales descerebrados y todo eso?
-No hay más verlos: el número e, que hay que especificar que es eso, un número porque su apariencia es totalmente de letra, que además es inventado, sin valor fijo y que nunca verás que salga en un sorteo de la lotería ni siquiera en el bingo ¿No es un inadaptado? "pi" tres cuartas de lo mismo: irracional del todo, que es es lo mismo que descerebrado, billones de cibras que los ordenadores se afanan en completar a sabiendas de que nunca termina... i, otro que tal baila, o peor porque este ni existe, por llamarse se llama imaginario ¿Es o no una panda de marginales?
-¡Vaya panorama!
-Pues Euler los coloca convenientemente y además de unirlos consigue arrimarlos al 1, que ni es marginal, ni inadaptado ni irracional. Es ni más ni menos que el primero de los naturales ¡Gran mérito el de Euler!
-Sí, pero al final se le pulveriza todo y se queda en cero.
-Se deberá al encuentro de la materia con la antimateria...

(1)